Y entonces nació la música como arma de protesta
- Laura Fernández
- 19 dic 2016
- 2 Min. de lectura

La música se ha convertido en un arma de protesta contra todas las barbaridades, injusticias y horrores del ser humano a lo largo de la historia. Pero, ¿cuándo fue exactamente cuando la música pasó de ser un entretenimiento a convertirse en un arma de doble filo?. Strange Fruit (1939) es considerada como la primera canción protesta de la historia de la música popular en 33 revoluciones por minuto. Historia de la canción protesta (Malpaso) es el monumental libro de casi 900 páginas escrito por el crítico musical británico Dorian Lynskey, firma del diario The Guardian. “Es un comienzo natural porque fue cuando la canción pop abrazó enteramente la política”.
Sucedió algo similar en 1944 con This Land is Your Land, de Woody Guthrie, que, agarrado a su guitarra con la inscripción “esta máquina mata fascistas”, decía que sus ojos eran una cámara que “tomaba fotos de todo el mundo”. Con su máquina, el músico podía llegar de forma más eficiente al ciudadano de a pie, en pueblos y carreteras secundarias, que, por ejemplo, los escritores “Canta las canciones de un pueblo y, en cierto modo, él es ese pueblo”. “Estas canciones hicieron colisionar tensamente el entretenimiento de los clubs y los escenarios con la realidad social más brutal o injusta”, apunta Lynskey.
De esta forma, el único rastro de canción en castellano es la del cantautor chileno más internacional, asesinado por la dictadura de Pinochet tras el golpe de Estado de 1973. “Murió cantando. Fue víctima de una década desoladora en su país”, apunta el escritor británico.
En España, la tradición de la canción protesta se puede encontrar desde la época de la Guerra Civil, pero algunos de sus precursores más conocidos se registran en los años cincuenta y sesenta. Uno de ellos es Chicho Sánchez Ferlosio, pero también están Paco Ibáñez, quien puso música a los poetas españoles de todas las épocas; Raimon o Mikel Laboa cantando en euskera. En una generación posterior figuran Lluís Llach, Pi de la Serra, Joan Manuel Serrat, Patxi Andión, Labordeta o Javier Krahe, entre otros.
En el análisis que hace el autor sobre las 33 canciones, que van desde Strange Fruit hasta American Idiot de Green day. Dorian Lynskey despliega de cada canción que analiza toda una época y un contexto político, social y cultural, haciendo de su ajustadísima selección un mal menor mientras prevalece una lectura apasionante del poder de la música para ser crónica humana y social, aunque sea muy difícil definir el concepto de canción protesta,
Algunas de las más importantes son Mississippi Goddam de Nina Simone, Master of War de Bob Dylan, A Change is Gonna Come de Sam Cooke o White Riot de The Clash.
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