'La flauta mágica', un cuento de hadas sobre la fraternidad
- Ara Barradas
- 31 ene 2017
- 3 Min. de lectura

Bajo la fantasiosa licencia de un cuento sobrenatural, Mozart da rienda suelta a su consciencia librepensadora en ‘La flauta mágica’, una ópera que concilia su alto contenido simbólico con el mero placer de las obras pletóricas de una brillante escritura musical y vocal. La nueva generación de voces españolas brilla en una producción dirigida, musicalmente, por Pedro Halffter.
Estrenada en un teatro de los suburbios de Viena en 1791, ‘La flauta mágica’ es un modelo de ópera alemana de carácter sobrenatural que confirmó a W.A. Mozart (1756-1791) como un maestro del singspiel –un género netamente alemán que libera a los números individuales de la exigencia de la continuidad- con una obra conectada con las nuevas corrientes librepensadoras y de la francmasonería. Pedro Halffter dirige musicalmente una producción del escenógrafo y cineasta Roberto Andò para el Teatro Regio de Turín con, entre otros, Peter Kellner, Javier Borda, Erika Escribá, Shawn Mathey y Sara Blanch, y en un amplio reparto de marcado acento joven y español junto a la ROSS y el Coro de la Asociación de Amigos del Teatro de la Maestranza, en una de las intervenciones corales más bellas y comprometidas del repertorio.
Las interpretaciones filosóficas han inundado a ese cuento de hadas que es ‘La flauta’… de un rico simbolismo sobre el que flota una ópera divertidísima con vocación de agradar al gran público. Basada en un esquema de oposiciones básicas –Hombre / Mujer; Bien / Mal; Día / Noche…- el espíritu francmasón abrazado por Mozart –la igualdad fraterna, la lucha contra la ignorancia, la liberación de los dogmas…: Marie-France Castarède sostiene que ‘La flauta…’ es “un oratorio masónico” que expresa “el ideal de humanidad de Mozart bajo el velo diáfano de un cuento simbólico”- fluye por ‘La flauta mágica’ a través de las aventuras de Tamino, rescatado del ataque de una serpiente salvaje por las tras damas de la Reina de la Noche. Tamino se enamora de la hija de ésta, Pamina, a través de un retrato y decide liberar a la chica del poder de un mago malo mientras la Reina permite que el joven se equipe con una flauta mágica que tiene la capacidad de espantar los peligros, además de la compañía del pajarero Papageno y de tres genios de la luz. Este inicial argumento fantasioso esconde simultáneamente lecturas tanto infantiles como intrincadas con tanta plenitud, que en 1944 el compositor Michael Tippett sentenció: “Nadie puede igualar ahora la inocencia, ternura y simplicidad con la que está presentada la experiencia mitológica de la obra”.
Aunque el argumento del empresario, músico y cantante Emanuel Schikaneder –compañero de logia masónica de Mozart: ‘La flauta…’ fue concebida justo cuando, tras la muerte del emperador José II en 1790, la masonería fue prohibida y perseguida en Austria- ha sido discutido por confuso y errático, al decir de un crítico, Arturo Reverter nos aclara que, más que una acción dramática, suceden acontecimientos escénicos y más que personajes en el sentido clásico, da vida a conceptos. En cualquier caso, subraya Paul Henry Lang, Mozart, que al parecer intervino muy activamente en él, debió hallarse cómodo con la historia, ya que no “parece vacilar o sentirse en aprietos, teatral o musicalmente, y su inventiva no flojea en ninguna parte”.
Efectivamente, la potencia musical de ‘La flauta…’ es tan conocida como extraordinaria, así como la escritura vocal tanto en arias individuales –de exuberantes y célebres “coloraturas”- como en escenas de conjunto y, sobremanera, en las corales. Así hasta conformar lo que Salieri llamó “un operone” -una gran ópera- que, al decir de Alfred Einstein “puede encantar tanto a un niño como conmover hasta las lágrimas al más experto de los hombres y embelesar al más sabio de ellos”.
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